martes, 25 de noviembre de 2014

              Nervioso, daba vueltas alrededor de la mesa, frotándose la cara y rascándose todo el cuerpo compulsivamente.

-Esto. Esto es lo que obtienes, ¿sabes? No ha sido más que tu maldita culpa, tus malditas ganas de hacerlo todo mal. Y mira que te avisé, ¿eh? Que estaba viendo las noticias. Vengo cansado, pero tú me tienes que dar la puta vara. Pues ya está, al final colmaste el vaso.

Fue hacia la cocina y con un trapo se limpió las manos. Lo metió en la lavadora y la intentó encender. Pero no supo.

-¡Joder! Y ahora no se ni poner esta mierda porque nunca me enseñaste. 

Al fin consiguió hacerla funcionar. Con un suspiro, volvió al salón y se paró frente al sofá. Mirando el cuerpo en silencio. No parecía real. Tampoco parecía que fuera su culpa, ni que él la hubiera matado.
De nuevo con un suspiro, se frotó los ojos y se sentó en la silla, frente a la televisión, aun encendida. 

-Joder, y siempre con la puta sonrisa esa, pues no soy tonto. Sé que es falsa. Esa mirada que siempre me echas no me gusta. Y te lo digo pero te da igual. ¿Es que acaso hablo para las putas paredes? Parece que no aprendes, ostia.
 "Bueno –rió-, y no digamos todas las otras tantas que te digo que ¡no se me molesta cuando veo la puta tele! –Se levantó de la silla, acercando la cara hacia un rostro inexpresivo. Se calmó al cabo de unos segundos, volviéndose a sentar-. Mira que llevo años diciéndolo, pero no, a ti te da igual. Como todo. Y joder, al final te llevas la ostia.

De fondo, escuchó unas sirenas de policía. No se dio cuenta de que cada vez se escuchaban más fuertes, ni que llamaron al timbre repetidas veces hasta pasados unos minutos.
Se levantó tranquilamente, se acercó a la puerta  y preguntó quién era.

-Policía. Abra la puerta. 

-¡Échenla abajo por Dios! ¡Escuché los gritos hace rato, échenla abajo!

-Joder, ya está metiendo las putas narices la pesada de abajo –pensó para sí.

No supo por qué, pero acabó abriendo la puerta lentamente. Los siguientes minutos no supo nunca decidir si pasaron realmente tan deprisa o es que él lo vivió así. Cuatro policías entraron en la casa corriendo. Le arrestaron, la vecina lloraba mientras le insultaba e intentaba pegarle sin éxito. Rastrearon la casa, examinaron el cuerpo de su mujer, llamaron a más agentes… Lo bajaron a la calle donde todos los vecinos pudieron ver cómo le metían en el coche y se lo llevaban.
Quizás alguna vez se pudiera dar cuenta de por qué tanto escándalo. ¿Nadie podía ver que había sido ella quien le había obligado a hacerlo?

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